viernes, 9 de noviembre de 2007

La importancia de los colores...

¡Qué triste me siento al leer en el periódico la enorme deuda de mi "Celtiña! ¡Qué pena que los que presumimos de ser celtiñas siempre, da igual la categoría, estemos enfadados con la directiva del club y ya no vayamos al campo! ¡Qué sensación de vacío sentarme todos los fines de semana ante mi televisor para observar un Balaídos, otrora abarrotado, completamente desértico mientras aquellos que defienden nuestros colores lo hacen sin nosotros, sin nuestro aliento, sin nuestro calor! Y me pregunto, ¿no podemos separar, aunque sólo sea por una vez, política y deporte y regresar con nuestras bufandas y banderas a dar color a un estadio que nos anhela? ¿No podemos demostrar que aunque el presidente y demás chupapollas y ladrones de turno se dediquen a despilfarrar nuestro dinero, que aunque esos "mierdecillas" se empeñen en echar abajo y hundir al "celtiña", el celtiña es nuestros, nos pertenece, son nuestros colores? ¿No podemos, como hemos hecho siempre, volver a sentarnos en las gradas que nos cobijaron durante años tardes y tardes y compartir un paquete de pipas, una mirada, un sufrimiento o un efusivo abrazo al tiempo que gritamos ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! y animamos a los nuestros?

Todo eso está a punto de irse a pique quién sabe hasta cuándo por culpa de esos billetitos de monopoly sin los que en esta sociedad consumista en la que estamos inmersos ya no se puede vivir. Todo eso está a punto de irse a pique porque el orgullo de fieles aficionados, como yo (ya no sé si lo soy como antes) hemos renunciado a nuestras tardes de lágrimas amargas y euforias excesivas en un campo que nos vio crecer y que ahora, cuando merodeamos por sus alrededores, simplemente consideramos el mejor campo de segunda. Qué pena, qué tristeza profunda siento cuando abro mi armario, o el maletero de mi coche, y veo, dormida y silenciosa, la bandera de mi equipo. Esa que recorrió conmigo numerosos países, que me observó desde la pared de mi habitación mientras comprobaba los resultados y clasificación de mi "celtiña" cuando la distancia me impedía alentarlos en el campo. Y ahora, ahora que estoy cerca, descansa en mi armario, sin protestar, qué pena que no hable, que no les hable a todos los aficionados y les dé el ánimo que necesitan para volver al campo, aunque sea a las 12:00 del mediodía. Cambiemos la cerveza de la tarde por el vino del mediodía, y vayamos a darles las alegrías que nosotros esperamos de ellos a finales de temporada. Nos necesitan para ascender, del mismo modos que nosotros necesitamos el ascenso para volver a gritar, a llorar, a reír, a saltar, a celebrar, a maldecir,... para volver a agitar nuestras bufandas en un campo que pertenece a la primera de las primeras ligas.

Ya sólo me queda pediros una cosa: gritad conmigo ¡ALA CELTIÑA!